domingo, 16 de febrero de 2014

Tilikum



Tilikum, crónica de una vida de esclavitud.

Allá por la década de los setentas, había una serie de programas cuyos estelares eran animales; programas como Rin Tin Tin, Lassie, Flipper y Salty (este último no recuerdo si así era el nombre del programa), estimulaban mi imaginación y consolidaban mis ganas de convertirme en biólogo o veterinario.

Después vinieron los anuncios de los parques de entretenimiento, que nunca visité cuando pequeños, pero que nuevamente inyectaban más energía a mi entusiasmo por la biología y en este caso, la biología marina.

No voy a negar que los anuncios presentados eran grandiosos, Shamú saltando por arriba de la audiencia con sus nueve toneladas de peso mojando a todos los visitantes y haciendo todo tipo de trucos y acrobacias espectaculares.  Entonces me dije que quería ser entrenador en un delfinario y, créanlo, fui a ver si me podían contratar como tal en la tercera sección de Chapultepec cuando todavía  vivía Keiko.  El destino me ha guiado por otros derroteros pero no se ha ido mi amor por la flora y fauna del planeta.

Al ir creciendo y al ir siguiendo de diferentes maneras cómo se entrenan a los animales en los circos y en los parques temáticos, empecé a hacer conciencia de lo terriblemente mal que lo estamos haciendo.  Empecé a ver las interconexiones entre el furioso ataque de un elefante a su entrenador, el ataque de un tigre a un mago en las Vegas, el ataque de un oso pardo a su entrenador, la mirada de terror de los caballos y los perros hacia sus entrenadores en los circos y por último, el tremendo ataque de Tilikum, la orca, a su entrenadora, este último le costó la vida a Dawn Brancheau.

Sorprendentemente, todos los expertos en la materia indican que no se ha registrado nunca, un ataque de orcas hacia humanos en la vida salvaje.  Al ver el documental “blackfish” me entero que Tilikum ha tenido una vida de vejaciones que empezaron en el mismo momento en que fue cazado y arrebatado de su madre y familia.  La forma terrible de ser entrenado al negarle comida por trucos que hacía mal y la forma brutal en que fue atacado por las orcas hembras con las que fue confinado en tanques totalmente insuficientes para su tamaño.

Todos los biólogos marinos y neurólogos del planeta concluyen que el cerebro de las orcas es más grande y complicado que cualquier otro animal analizado, exceptuando el cerebro de los cachalotes.  Las investigaciones recientes han mostrado que las orcas son seres totalmente socializados, que cada grupo de orcas tiene un “dialecto” diferente y que los lazos familiares son extremadamente profundos.  Mientras más avanzamos en la investigación de la etología, del comportamiento animal y de la forma de cómo se comunican, nos quedamos cada vez más asombrados de lo superficial de nuestro conocimiento y de la forma de relacionarnos con otros seres vivos.

Sin duda, muchas cosas han cambiado en la forma de entrenar a los animales domésticos, perros y gatos han sido los primeros beneficiados al respecto de un entrenamiento más gentil.  El entrenamiento de caballos es totalmente diferente ahora y su entrenamiento es mucho menos estresante.

Pero, confinar a un ser como un delfín o una orca, a una celda más pequeña en proporción a la que se les da a los prisioneros en las cárceles y castigarlo continuamente a través de 20 años, quizá el 70% de su vida, es más de lo que pudo haber sufrido Mandela.  ¿Por qué entonces nos asombra y aterra que estos individuos tengan estos arranques de furia y desesperación?

 En lo particular, estoy avergonzado y no visitaré más ningún parque o acto circense que utilice animales para el entretenimiento público.