Tilikum, crónica de
una vida de esclavitud.
Allá por la década de
los setentas, había una serie de programas cuyos estelares eran animales;
programas como Rin Tin Tin, Lassie, Flipper y Salty (este último no recuerdo si
así era el nombre del programa), estimulaban mi imaginación y consolidaban mis
ganas de convertirme en biólogo o veterinario.
Después vinieron los anuncios
de los parques de entretenimiento, que nunca visité cuando pequeños, pero que
nuevamente inyectaban más energía a mi entusiasmo por la biología y en este
caso, la biología marina.
No voy a negar que
los anuncios presentados eran grandiosos, Shamú saltando por arriba de la
audiencia con sus nueve toneladas de peso mojando a todos los visitantes y
haciendo todo tipo de trucos y acrobacias espectaculares. Entonces me dije que quería ser entrenador en
un delfinario y, créanlo, fui a ver si me podían contratar como tal en la
tercera sección de Chapultepec cuando todavía
vivía Keiko. El destino me ha
guiado por otros derroteros pero no se ha ido mi amor por la flora y fauna del
planeta.
Al ir creciendo y al
ir siguiendo de diferentes maneras cómo se entrenan a los animales en los
circos y en los parques temáticos, empecé a hacer conciencia de lo
terriblemente mal que lo estamos haciendo.
Empecé a ver las interconexiones entre el furioso ataque de un elefante
a su entrenador, el ataque de un tigre a un mago en las Vegas, el ataque de un
oso pardo a su entrenador, la mirada de terror de los caballos y los perros
hacia sus entrenadores en los circos y por último, el tremendo ataque de
Tilikum, la orca, a su entrenadora, este último le costó la vida a Dawn
Brancheau.
Sorprendentemente,
todos los expertos en la materia indican que no se ha registrado nunca, un
ataque de orcas hacia humanos en la vida salvaje. Al ver el documental “blackfish” me entero
que Tilikum ha tenido una vida de vejaciones que empezaron en el mismo momento
en que fue cazado y arrebatado de su madre y familia. La forma terrible de ser entrenado al negarle
comida por trucos que hacía mal y la forma brutal en que fue atacado por las
orcas hembras con las que fue confinado en tanques totalmente insuficientes
para su tamaño.
Todos los biólogos
marinos y neurólogos del planeta concluyen que el cerebro de las orcas es más
grande y complicado que cualquier otro animal analizado, exceptuando el cerebro
de los cachalotes. Las investigaciones
recientes han mostrado que las orcas son seres totalmente socializados, que
cada grupo de orcas tiene un “dialecto” diferente y que los lazos familiares
son extremadamente profundos. Mientras
más avanzamos en la investigación de la etología, del comportamiento animal y
de la forma de cómo se comunican, nos quedamos cada vez más asombrados de lo
superficial de nuestro conocimiento y de la forma de relacionarnos con otros
seres vivos.
Sin duda, muchas
cosas han cambiado en la forma de entrenar a los animales domésticos, perros y
gatos han sido los primeros beneficiados al respecto de un entrenamiento más
gentil. El entrenamiento de caballos es
totalmente diferente ahora y su entrenamiento es mucho menos estresante.
Pero, confinar a un
ser como un delfín o una orca, a una celda más pequeña en proporción a la que
se les da a los prisioneros en las cárceles y castigarlo continuamente a través
de 20 años, quizá el 70% de su vida, es más de lo que pudo haber sufrido
Mandela. ¿Por qué entonces nos asombra y
aterra que estos individuos tengan estos arranques de furia y desesperación?
En lo particular, estoy avergonzado y no visitaré más ningún parque o acto circense que utilice animales para el entretenimiento público.