Hace ya 26 años, tuve
la gran oportunidad de irme a estudiar a un pequeño pueblo frente al mar de
Cortez. La escuela se sitúa en una
elevación que domina la bahía de Bacochibampo donde los atardeceres son
infinitos de color ocre, oro y guinda y el mar te invita a refrescarte en sus
aguas casi todo el año.
Esta hermosa bahía fue
para mí un lugar de quietud, enseñanza, reflexión y abrigo. Me enseñó a amar y respetar el mar, la vida
marina abundaba ahí y con ayuda de ciertas técnicas rudimentarias de pesca me
proveyó de alimento en los días difíciles al final del mes cuando la mesada ya
se había acabado.
Fue mi primer lugar
de exploración marina, conocí holotúridos (pepinos de mar), moluscos (pulpos,
almejas), equinodermos (estrellas de mar), crustáceos (langostas, camarones), pargos,
cabrillas, sardinas, morenas, uno que otro tiburón, mantarrayas, delfines, lobos marinos, pelícanos, gaviotas,
rabihorcados, albatros, alguna que otra bubia.
Los viajes a las
Bajas, a las islas Tiburón, a las islas que conforman el canal de ballenas, la Bahía
Ojo de Liebre, Santa Rosalía donde se probaba la langosta con frijoles, me
ilustraron sobre la vida marina en esas interminables horas de observación a
bordo de los barcos sardineros. El mar
brillaba todas las noches con reflejos fluorescentes creados por las “noctilucas”
pequeños dinoflagelados que brillan en la noche. También me enseño a amar el desierto, las
montañas, las víboras de cascabel, el berrendo, el borrego cimarrón, el
monstruo de gila, el bacanora etc. El
Mar de Cortez es en sí un magnífico lugar donde puedes encontrar lapas,
abulones, ballenas en fin, para no hacer el cuento largo, es una explosión
magnífica de vida.
Este mar es un
laboratorio natural gracias a la quietud de sus aguas, la transparencia de
estas y la profundidad que alcanza. Aquí
se descubrieron por primera vez las chimeneas oceánicas y en donde se observó la vida oceánica basada
en quimiosíntesis.
Estas reflexiones
fueron disparadas por la noticia de que se cancela un proyecto turístico en las
cercanías de Cabo Pulmo en Baja California Sur.
Este proyecto era constructivo y tenía un alto potencial de dañar uno de
los pocos arrecifes de coral en buen estado que existen en el mundo. Este coral es parte del gran ecosistema que
es el Mar de Cortez, el mar con mayor diversidad de vida marina.
Aún con esta buena
noticia, quedan por ahí algunas especies como la totoaba y la vaquilla que
siguen, desde hace años, enfrentando la extinción. México, nosotros los mexicanos, podemos ser
nuevamente un ejemplo mundial. La
protección del Mar de Cortez beneficia a gran parte de la vida oceánica así
como la vida endémica de sus islas.
Nuestros océanos se
desertifican, se están agotando, se acidifican y están disminuyendo su
concentración de sales. Estos necesitan
santuarios donde las especies marinas puedan ir a refugiarse y reproducirse;
santuarios que le permitan a la naturaleza recuperar la vida en estos. Yo si quiero ver que el Mar de Cortez,
nuestro mar Bermejo sea uno de los santuarios de los océanos del mundo