El mes pasado,
específicamente el día 22 de abril, se celebró nuevamente el día de la Tierra;
este evento se empezó a celebrar desde 1970 y se celebra, desde 1990, en 192
países alrededor del mundo. Este año el
tema a tratar fue “Ciudades verdes”; con la gran migración hacia las ciudades,
los espacios rurales han quedado vacíos y las ciudades ahora enfrentan
sobrepoblación con los consabidos retos de proveer servicios básicos a los
ciudadanos. Se busca que las ciudades tengan
inversiones más inteligentes en tecnologías sustentables, políticas públicas de
planeación a futuro, y educación ciudadana.
Hace tiempo me topé
con una investigación realmente interesante sobre la zona metropolitana de la
ciudad de México. En este estudio se ponía
en el centro de la investigación a la ciudad como un todo y los requerimientos
de esta como si fuera un ser vivo; se tomaban analogías de los sistemas
fundamentales de los seres vivos como sistema digestivo, circulatorio,
nervioso, muscular, óseo, inmunológico, y así determinar sistemas que pudieran
ser considerados “saludables” o no y qué factores pudiesen ser modificados para
mantener estos sistemas o cómo sanearlos.
Si, se antoja complicado y titánico mas la aproximación entonces me
hacía sentido y ahora más.
El sistema de
desarrollo de una ciudad tiene que ver directamente con la capacidad física de
crecimiento, sus sistemas de transporte, de vivienda, económico, de gestión y
desalojo de desechos, sistemas de comunicación, de energía, de calidad de aire,
agua, etc.
Hay una gran cantidad
de estudios sobre la materia y algunas ciudades alrededor del mundo han
adoptado diversas alternativas para hacerse cada vez más sostenibles. Reykjavick, por ejemplo, se alimenta en un
90% de la energía geotérmica de su anillo volcánico evitando así la
contaminación de plantas generadoras de energía. Vancouver ha comenzado un plan a 10 años para
alcanzar en este tiempo la sostenibilidad urbana a través de estrategias
urbanas “verdes”. Una ciudad compacta y
eficiente con un sistema de transporte bien organizado y una huella medio
ambiental pequeña. Vancouver tiene la
mayor cantidad de techos verdes del país.
Por otro lado, el 30%
de los habitantes de Copenhague utilizan bicicletas como medio de transporte y
el gobierno ha implantado políticas ambientales que permitirán que el 50% de la
población utilice este medio de transporte para el 2015. Esta política ha permitido que Copenhague sea
la ciudad con los menores niveles de bióxido de carbono en el mundo.
¿Qué ha hecho México? Bueno, es obvio que los índices de ingreso per
cápita son en mucho, muy por debajo de las ciudades antes mencionadas, pero ha
habido grandes esfuerzos para hacer de la zona metropolitana de la Ciudad de
México, lo más sostenible posible. Aun
con el enorme reto de tener una población de aproximadamente 24 millones de
habitantes, el metro es uno de los mejores sistemas de transporte del mundo. Se han
registrado otros esfuerzos del Gobierno por alcanzar un desarrollo sostenible: El Plan Verde, el Programa de Manejo
Sustentable de Agua en la Ciudad de México, la Agenda Ambiental, la Agenda 21,
la Agenda del Agua 2030, el Programa Emergente de Cambio Climático así como la
Ley General de Cambio Climático para el Distrito Federal.
Por otro lado, y de manera más silenciosa, se ha puesto en marcha
sistemas de desarrollo rur-urbano. Hace
una década me topé con estudios al respecto y tenían que ver con la procuración
de alimento de las zonas más pobres de la ciudad. El aprovechamiento de las áreas urbanas y de
las pequeñas áreas dentro de la vivienda que pueden ser aprovechadas para la instalación
de pequeños huertos familiares que incrementen la calidad nutricional de los
alimentos ingeridos y así mismo propicien ahorros importantes en la economía
familiar (Según la FAO, el 40% del ingreso de una familia pobre se gasta en la
procuración de alimentos).
Estas respuestas locales a problemas mundiales mantienen la esperanza
que se pueda alcanzar la sostenibilidad en las zonas metropolitanas,
sostenibilidad que permitiría en su momento, disminuir o parar en el peor de
los casos, el incremento de los gases de efecto invernadero y por lo tanto, el
calentamiento global.
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